lunes, 26 de mayo de 2008

Como he llegado a esto (1)

Después de una vida laboral en que he hecho de casi todo: traductora, reportera, profesora particular, traidora “traime esto, traime lo otro”, y –sobre todo- secretaria, hace poco mas de dos años aterricé en un mundo para mí totalmente desconocido: como comercial en una compra-venta de vehículos industriales de ocasión. Entre mi total desconocimiento del sector y de las ventas y la variedad racial y cultural de los clientes el sainete está servido. Porque lo cierto es que mis clientes logran dejarme estupefacta. Aunque no tengo la menor duda de por mi parte también les dejo a ellos bastante asombrados, así que estamos empates.

He aquí unos cuantos ejemplos de los dos últimos años:

Un congoleño grande como una casa pidió un "precio fraternal" (ezo que joño eh????)

Mi primer cliente, kazako, agarró una borrachera del siete y se me perdió (lo encontré) por todos los locales de salsa de Madrid

Unos de Mali pagaron 5 buses en billetes de 10 y 20 € (horas contando, oyes tu, una locura) al tiempo que presumían de lo gordísimas que eran sus mujeres (símbolo de status) y me miraban con cara de vaya cosa mas desnutrida (mi ego volaba literalmente)

Uno de Ibiza quería convertir un bus en una disco móvil (y para vender un supuesto cocktail) al tiempo que está intrigado por el hecho de que el carnet de coche no valga para buses.

Un ruso me persiguió telefónicamente a las horas más imposibles para pedirme idioteces

Recogí de la estación al Rashid equivocado por ir con prisas y pensar “total, en la estación de no puede haber tantos africanos que se llamen Rashid….” Tantos no, había dos y yo me fui a llevar al equivocado, que no daba crédito el pobre.

Un cliente togolés iba por el aeropuerto, como un crío de 5 años, sin pararse a considerar que una puerta está cerrada por algún motivo, no para excitar su curiosidad. Ha sido la única vez que he deseado por todos los santos no encontrarme con nadie conocido. En la campa se comportó de forma parecida. Se libró por poco de que lo matara.

Unos clientes kazakos (hay que decir que en Kazakhstán es normal regatear por todo), tras observar detenidamente la máquina de café –a 50 cts. el café- pretendieron regatear con ella, a ver si se lo dejaba a 40 cts. Hubiera sido genial que la máquina respondiera...

Un cliente albanés cata la viscosidad del aceite de los autobuses con la boca.

Un cliente sirio que parecía bastante interesado en mi, y uno de sus hijos me comentó que debería casarme con su padre (2 esposas entonces, ahora 3 y 11 hijos entre las dos primeras). Le dije que yo era demasiado vieja para el ¡y me dio la razón! Eso no impedía que su padre mostrara bastante interés por estos tristes huesos, por lo que me inventé dos hijos virtuales. Del menor ejerce el hijo de unos amigos cuando conviene, pero esa es otra historia. Cuando me preguntó por mi marido decidí convertirme en viuda sin haber pasado por el altar. Naturalmente, me descolocó preguntándome a ver de qué había muerto y como no estaba yo para inventarme una larga y penosa enfermedad, me quedé tan pancha al decirle que la policía aún lo estaba investigando. Desde entonces ha perdido todo interés por mi.

Como los admiradores hay que tenerlos raritos, hace unos días un rumano también estaba interesadísimo por mi estado civil. Le respondí varias veces que eso no era asunto suyo y para animarme me soltó que le “encantaba mi cuerpazo” (… ¡hdp!, mis arrobas y yo…). Mi reacción fue pobre: ¡Aaaaanda yaaaaa!. Es una pena que las grandes ideas siempre se te ocurran luego: le dije a mi compañero de trabajo que en otra ocasión le dijera al pesado de turno en tono confidencial que yo era travesti. Imagino que dicho por un hombre queda mas creíble, Pero ni modo: el puñetero se puso colorado y aún no se le ha pasado.

Creo que como introducción ya vale y no, el guión no es de los Hermanos Marx, aunque el absurdo parezca tomar en ocasiones las riendas de mi vida laboral.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maria, mis felicitaciones por haber iniciado lo que será un bestseller de la red.
Mil besos.

Pepona

Anónimo dijo...

wola cielo,

me alegro que te hayas decidido, aunque ya conocidas no dejan de ser geniales las anécdotas. Espero con ansia las siguientes ampliaciones.

Beshitos,
Nofret