sábado, 31 de mayo de 2008

El Misterioso Caso del Motor Menguante

Por lógica con cada cliente el proceso de venta es diferente. Esta viene marcada en gran medida por la mentalidad del cliente y su origen. No es lo mismo un árabe que un rumano o un africano. Y los africanos a su vez son muy diferentes entre si, es un continente inmenso, difícilmente iban a ser todos iguales, aunque a nosotros al principio pueda parecérnoslo. Cada uno utiliza una táctica distinta para obtener una reducción en el precio.

Mi cliente sirio (el de las 3 mujeres y 11 hijos de las 2 primeras según el último recuento) una vez ha encontrado el autobús que quiere comienza a buscarle todos los defectos. Casi puedes oír la máquina registradora que tiene en el cerebro haciendo ¡clink, clink! A cada defecto real o imaginario, mientras va restando del precio.

Y entonces llegamos al motor. En ese momento el motor empieza a encoger. Literalmente. ¡clink, clink, clin-cataclink! El motor es muy pequeño, no vale, pero nos hace el favor de comprarnos el autobús.

Entonces hace una oferta ridícula e inaceptable por el autobús. En ese momento le digo que no, que ni hablar, que no lo vendo. Ligera mejora en la oferta, sin embargo el motor continúa encogiendo. Me voy. Me sigue. Mejora la oferta. Bajo ligeramente mi demanda. El motor encoge. Interviene el jefe. Hace números. El motor encoge. Le damos un precio “final” El aumenta su oferta. Yo reacciono con indignación. Finalmente después de un poco de tira y afloja acordamos un precio a medio camino. Por fin el motor deja de encoger.

Un día de estos me dan el Oscar.

Lo malo es que para sellar el acuerdo nos pringa de pachouli. Este va a arruinar completamente mi vida amorosa y social... ¡qué peste, podió!

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