Ayer traté de arrancar un autobús Volvo para unos clientes rumanos. Esto es algo que siempre hacemos nosotros, ya que los clientes en general y los rumanos en particular tienen tendencia a toquetearlo todo (en especial y con particular insistencia aquello que no deben) y no es raro que la caguen.
Una vez puestas las pinzas de las baterías (porque –por supuesto, y como de costumbre- alguien se había dejado el desconectador puesto) no había forma humana de girar la llave. Pedí ayuda a mi compañero de trabajo. Tampoco podía, así que llamamos a otro compañero. Sudó, bufó, lo intentó y finalmente…. “¡No es esta llave!” . Cogió la correcta, arrancó el bus y se largó.
Aún no hemos superado la sensación de bochorno.
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