martes, 21 de octubre de 2008

¡Vaya numerito de circo!

El viernes entregué un autobús a unos rumanos. Llegando a la gasolinera me lloran que “hace mucho fumo” (el tubo de escape). Les explico que en un coche viejo y con la condensación que ha tenido que formarse tras las lluvias es normal. Que tan pronto se caliente el motor y suelte la carbonilla dejará de hacerlo. Que si fuera humo blanco es cuando deberían comenzar a preocuparse. Que en cualquier caso no me parecía que fueran horas de dar la tabarra (19.30) cuando habían tenido todo el día. Insistieron en volver a la campa. Saliendo de la gasolinera veo que llevan el autobús sin luces y el muy borrico pasaba de las señales que yo le hacía para que las encendiera. Para hacer el cambio de sentido hay una rotonda. En la parada de autobús de la rotonda (a rebosar) paré el coche, le obligué a para a él, abrí la puerta del conductor le encendí las luces y le grité que a ver si le habían rifado el carnet en una tómbola. Imaginaos ahora a los pobres usuarios de la línea de autobuses de esa parada: no daban crédito. Visto desde fuera debió ser un espectáculo.

Pero no acabó la cosa ahí: en la siguiente rotonda, decidieron que conocían el camino mejor que yo y se perdieron por un polígono. Pese a todo, llegaron a la campa y aún tenían ganas de discutir. en realidad pretendían que les hiciera un descuento adicional, que de ningún modo podía, porque entre otras cosas yo no voy jamás con mucha pasta encima y además no tenían razón (sinceramente, el cliente rara vez la tiene). Después de un tira y afloja, les mandé a la mierda y me fui a tomar unas cervezas.

Bien mirado, solo nos faltaban Dumbo y una majorette para parecer un desfile circense

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